domingo, 23 de agosto de 2015

Colombia: entre la guerra y la paz

Represión  contra el movimiento popular, neoliberalización de la economía y resistencias sistémicas 

Hace mas de tres años el gobierno colombiano y las Farc-Ep vienen negociando el fin al conflicto armado, que ha silenciado la voz de miles de oprimidos y ha convertido las tierras del país en una fosa común al servicio de las clases dominantes y los intereses de las multinacionales extranjeras. No obstante, esas negociaciones no han sido más que retorica barata para ocultar la verdadera dimensión de un conflicto social y político que todavía sigue destruyendo los sueños de cientos de jóvenes rebeldes y perpetuando un sistema económico injusto, desigual y criminal, que beneficia la billetera de unos pocas familias mientras la mayoría empobrecida se ve en la triste necesidad de auto-explotarse, entregarle la vida a un trabajo indigno y quedarse callada frente a los atropellos cometidos por los cuerpos represivos del Estado y la herramienta para-militar.

Fiel reflejo de lo dicho previamente ha sido la represión contra el movimiento social, el advenimiento del plan nacional de desarrollo que entrega el territorio colombiano a la locomotora minero-energética y las reformas paupérrimas impulsadas por el gobierno a la salud, la educación y el código de policía que demuestran, una vez más, esa cruel alianza que existe entre el capitalismo neoliberal y la militarización de la sociedad.

En ese orden de ideas, hemos visto como se criminaliza la protesta popular al tiempo que se privatizan nuestros bienes comunes; el desarrollo y la legislación burguesa, lastimosamente, van acompañadas de muerte, dolor y sangre. No hay que olvidar  el asesinato de luchadoras sociales, como el compañero Carlos Alberto Pedraza, por parte de bandas criminales o la fuerte represión contra las movilizaciones por la liberación de la madre tierra en el Cauca por parte del escuadrón de la muerte, Esmad. Estos sucesos acontecidos en la primera parte del año, se enmarcan en un contexto perverso de persecución hacia el pensamiento crítico, disidente y rebelde que se opone al modelo neoliberal que pretende mercantilizar todos los aspectos de la vida sin importar los daños al medio ambiente y el exterminio de comunidades indígenas y campesinas.

Sin embargo, el uso de las armas no es el único medio que ha utilizado las manos oscuras del Estado para detener el avance del movimiento social. Ejemplo de ello son los falsos positivos judiciales cometidos contra estudiantes, feministas y líderes populares de Congreso de los Pueblos y Marcha Patriótica, donde se evidencia el accionar criminal de la justicia burguesa colombiana que, con mentiras y calumnias, pretenden encarcelar a jóvenes rebeldes que tuvieron la alegre pero desafortunada osadía de atreverse a pensar y luchar en un país donde reina el silencio, la amnesia histórica y la impunidad.



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